Aquí tenéis otra deliciosa compilación de cinco temas interpretados por Sonny Rollins como líder del cuarteto que completan Tommy Flanagan al piano, Doug Watkins al contrabajo y Max Rouch a la batería. La verdad es que este coloso del saxofón se debió de despertar muy inspirado aquel 22 de junio de 1956, iluminado por algún tipo de intensa emoción, para grabar una sesión que desborde de tanta calidad, expresión y elegancia, y automáticamente se convierta en un clásico del jazz.
Todo el disco se desarrolla con gran coherencia y equilibrio, ofreciendo una sucesión de temas, colores y fraseos que, además de transmitir directos y comprensibles mensajes musicales, causan la grata e inesperada sensación de estar escuchando lo que en ese preciso instante querrías escuchar -pero no sabías-, como que todas las frases tienen una lógica aplastante. Tema a tema se mantiene la tensión del swing con esa combinación de feeling impulsado por la sección rítmica y las melodías improvisadas recostadas tras el beat. Cada nota está en su sitio y nada sobra, la música respira y expresa contenidos complejos de manera comprensible; así es como se comunica con suma elocuencia este gran maestro del saxofón.
Si se cree que el jazz es siempre lo mismo y supone un aburrimiento para "la gente no entendida" es porque no se le ha prestado suficiente atención y no se ha captado su esencia. La esencia no se explica en los conservatorios, está más allá de los conocimientos técnicos e históricos del lenguaje de la música. La esencia no se explica, se vive. Ésa es la única manera de entenderla, pero como desgraciadamente hoy en día la música y la cultura en general funcionan según las normas del mercado y la diversidad y autenticidad se van perdiendo y olvidando en favor de un ocio mucho más fácilmente consumible, superficial, vulgar e impuesto, es difícil encontrar sitios donde se pueda tener una experiencia real de la capacidad de expresión artística del ser humano y de hacer trascender el instante, como en un mágico concierto de jazz se podría apreciar.
Sin embargo, en esta oscura gran nube de información en la que estamos inmersos sobre todo desde la creación de Internet, la cual nos desorienta e inhabilita a la hora de apreciar una obra en profundidad, se encuentran también esos contenidos culturales mucho más accesibles y sólo necesitamos de una mínima visión crítica, interés, tiempo y criterio para descubrir muchos tesoros que esconde la historia de la cultura y, en este caso concreto, de la música. Aunque, como hemos dicho, la esencia es más difícil de captar si no se vive el directo -esa intensa, natural y efímera creación artística-, también puede uno acercarse a ella a través de ciertas grabaciones, siendo para ello imprescindible escuchar buenos discos y escucharlos activamente, como se solía hacer antes -y no mientras leemos un libro en el metro o hacemos otras actividades-, fijándose en cómo se juega con los elementos, cómo se entrelazan las voces, qué aporta cada instrumento, qué lenguajes utiliza cada músico, cómo se crean ambientes... y sobre todo apreciando la respuesta personal que dan grandes artistas como Sonny Rollins a la gran incógnita del verdadero poder de la creatividad humana.
Aquí lo tenemos. Él es Saxophone Colossus: