El año 2012 ha estado repleto de ediciones de altísima calidad, y muchas de ellas han sido los arrolladores debuts de bandas nuevas, como por ejemplo el World Music de Goat, del cual os hablábamos el otro día, o este increíble disco homónimo de los estadounidenses Golden Void.
A pesar de ser su presentación como banda, no lo es ni mucho menos como artistas en esto de la música, ya que el cantante y guitarrista Isaiah Mitchell venía del grupo de stoner Earthless, y el resto de componentes habían estado también en otros proyectos como Eyes y The Assemble Head in Sunburst Sound.
Si no nos dijeran de qué año es este trabajo, yo creo que más de uno se llevaría una grata sorpresa al comprobar que sólo hace unos meses que vió la luz. Las influencias de bandas de rock clásico de los sesenta y setenta como Black Sabbath, Hawkind, Led Zeppelin y Jimmy Hendrix es más que evidente, pero no se limitan a quedarse simplemente en eso como hacen muchos otros, sino que le aportan a su trabajo una personalidad propia. Para ello, se sirven de matices más cercanos al blues rock, a la psicodelia o incluso al hardrock o al stoner sin ni siquiera titubear.
El resultado es buenísimo, y para mí, basta con escuchar el primer tema Art of Invading para darnos cuenta de lo que se nos va a venir encima con este trabajo. Virtuosismo y simpleza combinado a partes iguales con un gusto que incluso asusta, y que nos hace preguntarnos si estos tíos no habrán viajado en realidad directamente desde el pasado hasta nuestros días con el fin de robarnos el alma haciéndonos viajar por su disco arrastrados por la fuerza de su heavy psych y su psicodelia. Aunque de cuando en cuando ellos mismos se encargan de hacernos ver que esto no es verdad, que son reales y contemporáneos como los que más, y se valen de poderosísimos guitarreos como los que nos presentan en los temas Virtue o The Curve.
Otro factor que veo vital para su más que probable éxito es el hecho de que ningún instrumento, incluyendo como tal la voz, esté en ningún momento por encima de ningún otro. Todos se combinan y cohesionan a la perfección, incluyendo esos teclados que parecen sacados directamente de la discografía de The Doors, haciendo que no haya un solo gramo de excedente en esta mezcla que maravilla a propios y extraños, y que por muchos revivals de los sesenta y setenta que se hayan escuchado ya a estas alturas, no dejará indiferente a nadie.
Es posible que este album se vea eclipsado por otros tantos que han salido este año pasado, pero lo que es seguro es que cualquiera que lo descubra lo disfrutará como si de 1971 se tratara. Además, este pedazo trabajo les ha servido para ser los teloneros de Graveyard en algunas fechas de la gira de los suecos. ¡Casi nada!